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11F: Olvido Arenas, de niña curiosa 'de ciencias' a ingeniera y directiva
El Día Mundial de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que se celebra cada 11 de febrero, busca poner el foco en la importancia de que ellas accedan a campos de estudio y de trabajo tradicionalmente asociados a los varones. Siendo esta una realidad cambiante y dado que la inercia de los tiempos y los avances sociales han supuesto que cada vez sean más las féminas que se dedican a las carreras “de ciencias”, lo que ahora se llama STEM (Science, Technology, Engineering y Mathematics, es decir, ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) hemos recurrido a una compañera, una ingeniera, que nos ha contado su experiencia personal, su testimonio de cómo vivió su vocación, sus primeros años de formación, su acceso al mundo laboral y su desarrollo profesional, evidenciando que algunas cosas han cambiado y otras aún hace falta que cambien. Olvido Arenas es la directora del Departamento de Producción, Sistemas y Comunicaciones y así nos ha ofrecido su testimonio en este jornada.
Este año 2025, con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, me preguntaron si contaría mi experiencia como mujer Ingeniera Industrial y mis reflexiones sobre la situación actual, los referentes y todos esos temas que, en días como éste, se comentan. Y me puse a pensar, ¿qué contaría? ¿Sería interesante? ¿Cómo podría contarlo?
Yo era una niña normal de un colegio normal de niñas, de Madrid. Era “de ciencias”, sacaba buenas notas, era curiosa, tenía imaginación y me gustaba saber cómo funcionaban las cosas, siempre he sido muy práctica. Terminé el COU y la Selectividad con buena nota, pero no tenía ninguna vocación ni tampoco referentes familiares o conocidos a los que imitar, de hecho, en mi casa eran todos “de letras”. Pero lo cierto es que, aun sin tener nada claro, yo no me veía haciendo algo que no fuera técnico, aunque no supiera qué. Me gustaba la arquitectura, pero no me convencía como profesión para mí y, buscando otras opciones, descubrí la Escuela de Ingenieros Industriales de la Politécnica, que estaba en la Castellana, en un edificio espectacular, lo que también tenía sus ventajas.
Nunca me vi haciendo algo que no fuera técnico, aunque no supiera qué
Como me daba la nota para entrar, entré convencida de que era mi mejor opción. Entonces estaba vigente el plan antiguo, de 6 años, los tres primeros años eran comunes para todos y los tres últimos de especialidad, con muchas ramas distintas. Eso me encantó, me daría tiempo a ir viendo qué era lo que más me gustaba. Y así cambié mi colegio normal de niñas normales y una estabilidad total, por una Escuela multitudinaria y algo caótica, casi llena de chicos, unas notas muy diferentes a las habituales… un cambio radical.
Pero, las cosas como son, en mi familia me apoyaron siempre, sobre todo al principio, en ese primer año que se hacía tan cuesta arriba y los resultados, en general, no acompañaban. Me veían decidida y echando un montón de horas de estudio y confiaron en que al final todo iría bien. Al fin y al cabo, de estudiar mucho para acabar sacando un cero, también se aprende. Afortunadamente no todo fue así.
Recuerdo que cuando entré, mayoritariamente en clase había chicos, seríamos, aproximadamente un 15% de chicas, pero nadie cuestionaba entonces que tuviera que ser de otra manera y tampoco lo viví nunca como ventaja o inconveniente con respecto a profesores ni a oportunidades a lo largo de la carrera, simplemente allí me sentía “uno más”, o sea, muy bien.
Y por daros el contexto completo, allí hice muy buenos amigos y recuerdo aquella etapa con mucho cariño. Estudié mucho pero también me divertí mucho. Llegué a tiempo de ver cosas que, en seguida, con toda la razón, se cancelaron, como las fiestas espléndidas que hacían los de tercero en las noches del fin de semana, para sacar dinero para su viaje de paso del ecuador dentro de la propia escuela, con música, luces y copas en el vestíbulo, en el bar… ahora sería inimaginable.
Fuera de mi entorno universitario con frecuencia, me encontraba con preguntas del estilo ¿y cuándo te echas novio? o ¿para qué estudiar algo tan complicado?
Así, transcurría mi vida entre la diversión, el estudio y algo de deporte. Y sólo fuera de ese entorno era donde, con cierta frecuencia, me encontraba con preguntas del estilo de “¿y cuándo te echas novio?” o “¿y te merece la pena estudiar tantos años?” o “¿y para qué algo tan complicado?”. Preguntas para las que automaticé respuestas mucho más fáciles que las que tenía que dar, por ejemplo, en Mecánica de Fluidos. Nunca di importancia a estas preguntas, para mí no tenían sentido en la vida que yo estaba viviendo, pero posiblemente eran un indicador de la época.
Acabé la carrera especializándome en instalaciones y construcción. Mis compañeros chicos tenían facilidad para entrar en las constructoras como becarios de obra, las chicas mucho menos (¿otro indicador de la época?). Pero no importó porque en seguida me dieron una beca para ir a trabajar a Salamanca, a la fábrica de combustible para centrales nucleares de ENUSA. Me fui de cabeza, os podéis imaginar, construir elementos de barras de uranio, qué actividad tan curiosa, tan precisa, tan controlada. Me asignaron al equipo de mantenimiento (100% hombres), con los talleres y almacenes en el sótano de la fábrica. No era lo que hubiera preferido, pero me integré con ellos estupendamente. En nuestro sótano las paredes estaban muy decoradas con posters y calendarios, seguramente no hace falta que os confirme la temática principal.
A los dos meses, el jefe me confesó que había ganado una apuesta conmigo cuando llegué, porque nadie creía que él pudiera meter a una chica allí abajo (¿seguimos contando indicadores?) Yo lo di por bueno, porque la experiencia me sirvió, pero le pedí en compensación, que me buscara una sustituta y me dejara subir con los ingenieros a los servicios técnicos. Pues aceptó y como además era un buen tipo, montó una barbacoa de lujo en el campo con todo el equipo, sustituta incluida, para celebrar el buen rollo. Allí me quedé luego unos meses aprendiendo de todo y, si no han cambiado mucho las cosas, una de las etapas de pesaje de las barras de uranio previas al montaje, lleva mi nombre.
Avanzando rápido, en 1999 entré en Fraternidad-Muprespa recién fusionada, para el SPP de Iberia. Impresionante, en la zona industrial de Barajas, La Muñoza, entre aviones, motores, talleres, hangares, ingenieros aeronáuticos, mecánicos y unos pocos posters y calendarios. De nuevo 90% hombres. Sensación de trato diferente: 0. Valoración general:10. Ojalá pudiera condensaros en unas pocas palabras lo mucho que aprendí, la diversidad de oficios, espacios, tareas, que allí se hacen y lo mucho que se puede aportar.
Cuando entré en Fraternidad-Muprespa, de nuevo 90% de hombres en mi departamento. Sensación de trato diferente: 0. Valoración general: 10
Pero llevaba 10 años y, aunque todo iba bien, pedí a mi jefe un cambio, que ya llevaba tiempo haciendo lo mismo. Me hice cargo del mantenimiento del Hospital Central, el ingeniero anterior se había ido y querían continuar con otro. ¿Equipo a mi cargo? Los chicos de mantenimiento, ya sabéis, 100% chicos. Resumo, fui feliz. El hospital funcionaba, con sus achaques. Preparé todos los informes técnicos que justificaban el cambio de hospital, lo vaciamos, trasladamos la actividad sin incidencias, lo cerramos… Y entonces pasé a Obras (100% chic..., bueno, estaba Concha, algo es algo). Y allí fui feliz participando en la construcción del nuevo hospital HFMH, tan bonito, tan moderno, tan eficiente, qué orgullo verlo en la inauguración... Y entonces me pasé a Sistemas, desde donde os hablo hoy, y tampoco puedo resumiros lo agradecida que estoy de este cambio, lo estimulante que me resulta, la cantidad de cosas que he aprendido y las que me quedan por aprender, ¿qué más puedo pedir?
Con estos mimbres ¿tengo que contestar a si aconsejaría yo a una niña a entrar en una ingeniería? ¿Cómo podría yo no animar a alguien a meterse en un mundo tan interesante, tan abierto, tan cambiante, donde todo hay tanto que aprender y tanto que hacer en actividades tan diferentes? Yo sólo puedo estar agradecida a mi carrera por haberme enseñado a afrontar con confianza todas las oportunidades que me han surgido en campos tan diversos y también a mi empresa, Fraternidad-Muprespa, por la confianza que ha puesto en mí al ofrecerme toda esta evolución.
Mi experiencia laboral en diferentes mundos 'de hombres' ha sido excepcional. Apuestas, bromas y posters incluidos
Queréis saber si me he sentido tratada diferente por ser mujer, pero no estudié pensando que fuera diferente que ellos y no pienso en diferencias. Mi experiencia laboral en diferentes mundos “de hombres” ha sido excepcional (apuestas, bromas y posters incluidos), no está en mí ver diferencias.
¿Por qué no hay más niñas en carreras STEM? Ojalá hubiera más en ingenierías, donde veo que siguen siendo pocas, porque se lo están perdiendo, pero sí hay muchas en otras carreras donde son mayoría. ¿Siguen las niñas condicionadas por estereotipos de género y no se apuntan? No estoy convencida porque las veo con pocas dudas. ¿Abandonarán muchas la idea por imposición social? Tampoco me convence, para una mayoría. ¿Es por la famosa falta de referentes? Personalmente creo que no necesitas referentes para tener claro que harás bien entrando en una carrera técnica porque esa es tu opción. Por otro lado, siempre se mencionan referentes como Ada Lovelace y Marie Curie, que nacieron más de 100 años antes que yo, y no creo que debamos esperar que las niñas de hoy se inspiren con eso.
Tenemos mujeres en posiciones muy importantes en empresas punteras. Hagámoslas más visibles
Pero si de verdad creemos que los referentes son la solución, yo creo que sí los podemos encontrar, tenemos mujeres en posiciones muy importantes en empresas punteras, hagámoslos más visibles. A nuestro nivel, nosotras, las que estamos en activo y todavía sentimos la ilusión, podemos ser referentes en nuestros círculos, transmitir lo que hacemos, lo que aportamos. Y dentro de las empresas creo que lo importante es el compromiso con localizar el talento y darle visibilidad, apoyo y promoción, de forma que, poco a poco y con transparencia, se pueda ir aumentando el porcentaje en los niveles directivos.
Dedicado a mi marido y mis tres hijos (100% chicos), coprotagonistas en la sombra, de esta aventura.
Y también a todos los compañeros de Frater, en activo y jubilados, que han participado en esta historia.
Sin vosotros nada hubiera sido igual.