Asesores: los otros “héroes” de la pandemia
Durante la pandemia por COVID-19 en España, un colectivo profesional ha despuntado por encima del resto: los profesionales sanitarios, además de otros trabajadores de centros hospitalarios con labores no relacionadas directamente con la salud del paciente (administrativos y personal de limpieza, entre otros).
Los medios de comunicación nos informaban a diario, en una jerga con tintes bélicos, sobre la actividad frenética de estos profesionales “en primera línea de combate”, contra un virus con un índice de morbilidad y mortalidad alarmante, en condiciones de inferioridad y sin las armas suficientes. Después las ciudadanía recordaba, cada día a la misma hora, su sacrificio, homenajeando desde ventanas y balcones, con aplausos y vítores, una gesta sobrehumana que se ha cobrado alrededor de 70 vidas, con más de 52.000 contagiados entre sus filas -las cifras podrían ser superiores-.
Pero en esta crisis global también ha asomado otro colectivo profesional, con más protagonismo que visibilidad, que ha llevado a cabo un esfuerzo descomunal: los asesores de pymes y autónomos.
Desde que entrara en vigor el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, declarando el estado de alarma, que ya no se encuentra vigente, los asesores laborales y fiscales se vieron inmersos de la noche a la mañana en una carrera contrarreloj para regularizar la situación administrativa de sus clientes afectados por esta normativa y una coyuntura excepcional de confinamiento, que obligó a muchos negocios a cerrar sus puertas inmediatamente, mientras otros que podían continuar con su actividad veían caer sus ingresos de forma alarmante. Comenzaba así el primer capítulo de la tragedia para comercios de productos no esenciales, locales de hostelería o relacionados con el turismo, de ocio, centros de enseñanza, taxistas,…
Han sido unos meses de duras e interminables jornadas de trabajo, en medio de una vorágine de comunicaciones telemáticas, gestiones infinitas y trámites con la administración. Los nuevos cometidos y otros desempeños no habituales hasta el momento, ante una avalancha de trabajo nunca antes experimentada en estos despachos, han supuesto una auténtica prueba de fuego para abogados, graduados sociales, gestores administrativos y asesores en general, llevando al borde del desmoronamiento físico y psicológico a muchos de ellos y a sus empleados.
Así lo han expresado muchos de aquéllos con los que hemos tenido ocasión de dialogar durante este período. La frustración y la impotencia eran el denominador común -los mismos sentimientos presenciados entre los trabajadores sanitarios-, aunque la mayoría ha perseverado en su propósito de sacar adelante el trabajo. «Tengo miedo de no poder dominar la situación, de verme sobrepasada» nos confesaba una asesora.